lunes, 17 de noviembre de 2008

LA ERA DE ACUARIO

SOBRE “LA ERA DE ACUARIO”.

Muchas son las voces que proclaman la inminente llegada de la “Era de Acuario”, y profetizan sobre ella anunciando que será una época dorada para la humanidad, en la que el cristianismo –propio de la era de Piscis- desaparecerá, y será sustituido por una nueva creencia universal que traerá un futuro lleno de armonía, justicia, paz y hermandad entre todos los hombres.[1]
Esas predicciones engalanadas de “espiritualidad”, tienen su fundamento científico-temporal en la astronomía, concretamente en el llamado “movimiento de la precesión de los equinoccios”.

La precesión de los equinoccios

Es este un movimiento muy lento producido por la oscilación del eje de giro de la tierra, el cual, se comporta de forma semejante a como lo hace una peonza cuando cae al suelo y gira cónicamente antes de enderezar su eje verticalmente. Esto hace que la estrella que vemos ahora situada en la proyección de nuestro eje: la estrella polar, se vea desplazada paulatinamente, y vuelva a esa posición coincidiendo con el eje de giro terrestre dentro de 25.920 años. Ello ocasiona que el punto de intersección del ecuador celeste y la eclíptica[2] se desplace hacia el oeste a razón de unos 50” de arco por año (un grado de arco cada 72 años), lo cual hace variar las estrellas colocadas tras el punto vernal (punto estelar marcado por la posición del sol en el equinoccio de primavera) y también las ascensiones rectas y las declinaciones de las estrellas fijas.



Esquema del movimiento “de peonza” del eje terrestre,
el cual origina la precesión de los equinocios.
Dibujo de Ching Sung Yü, publicado como figura nº 59 en la página 360
del libro “Guía de campo de las estrellas y los planetas” de Donald H. Menzel.
Editorial Omega Barcelona 1.979.


Todo esto que parece un complicado asunto de astrónomos, tiene una lectura de gran utilidad para nosotros en este momento. Puesto que el eje de giro terrestre, describe un gran círculo cada 25.920 años, ello implica que el punto vernal se desplaza paulatinamente recorriendo cada una de las constelaciones zodiacales en 2.160 años.


Gran círculo descrito por la prolongación del eje terrestre en una “edad del mundo”.
Dibujo del mismo autor que la anterior, y que aparece como figura nº 60 en el libro citado.


Desde que por primera vez en nuestra época histórica (que sepamos), Hiparco, en el año 139 antes de Cristo, habló de este movimiento de la precesión de los equinoccios, se han venido interpretando cada uno de esos tiempos de 2.160 años, como etapas, o edades del mundo, en la actualidad se denominan “Eras”.

La era de Piscis

Normalmente se entiende como orden dentro de la eclíptica, el que comienza en Aries, y va desde él a Tauro, de Tauro a Géminis, de Géminis a Cáncer etc... La prolongación del eje de giro terrestre se desplaza hacia el oeste, así que tras estar 2.160 años en Tauro, pasa a Aries, se mueve hacia el signo precedente, de ahí el nombre de este movimiento.
La historia de la salvación, recoge y da efectivo cumplimiento y sentido a todos los arquetipos simbólicos, incluidos, claro está aquellos que los hombres han podido, durante milenios, ver reflejados en las estrellas del firmamento. Por ello, vamos a trazar algunos apuntes sobre las últimas Edades (Eras) y su relación con el plan de Dios para salvarnos.
Hubo una época en la que el punto vernal del equinoccio de primavera coincidía con Tauro, y el de otoño con Escorpión. Ese era el eje zodiacal “especialmente simbólico” en ese tiempo; florecían entonces las grandes civilizaciones del “creciente fértil” y del medio y bajo Nilo.
En Egipto se adoraba al buey Apis; los babilonios lo hacían con el toro Marduk (Tauro, el toro). También estaba presente el culto al escorpión y a la serpiente, -que aparecen siempre vinculados en cuanto que ambos son animales rastreros, venenosos y que suelen permanecer ocultos (cf. Lc 10, 19 y Lc. 11, 11)-; sólo tenemos que observar los sarcófagos egipcios o recordar el encuentro de la Vara de Moisés con las serpientes de los magos del faraón (Ex. 7, 8).



Máscara de Tutankamon que se conserva en el Museo Egipcio en El Cairo.
Fotografía de AISA- Barcelona. Publicada en la página 257 del tomo Iº de la
“Historia Universal del Arte”. Edit. Planeta 1.991.



Cuando el movimiento de precesión de los equinoccios empezó a adentrar el punto vernal en el eje Aries – Libra, Dios por medio de Moisés, sacó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, estableció la Pascua (Ex. 12, 21), en la que la sangre de un cordero sin defecto (Aries es un cordero) libró las casa de los israelitas del ángel exterminador. El pueblo elegido, fue al desierto y en el Sinaí, Dios les dio por medio de Moisés las tablas de la Ley (la constelación de Libra es una balanza, símbolo de la Justicia y la ley) (Ex. 24, 12). Hubo algunos de los israelitas que añoraron el pasado en Egipto y en ausencia de Moisés, construyeron un becerro (Tauro) de oro (Ex. 32) y aún mucho después, en la tierra prometida continuaban haciéndolo cuando se alejaban de Dios (Os. 8, 5).
Pasaron los años, y Los Reyes Magos[3] que estaban atentos a estas cosas escudriñando el cielo, vieron la Estrella de Jacob y la siguieron. (que nadie entienda, que nosotros decimos que no hubo tal estrella, que los Magos sólo apreciaron la precesión de los equinoccios. Dios que es el Creador, Amo, Dueño y Señor, hizo surgir una estrella que además, aparecía y desaparecía como nos narra la escritura) Y encontraron al Hijo de Dios y de la Virgen envuelto en pañales en un pesebre. El punto vernal marcaba el eje zodiacal Piscis – Virgo. Ese niño hizo a sus discípulos pescadores de hombres, y el pez, fue el símbolo de los primeros cristianos (Piscis son dos peces), fue María la que dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, la Virgen María (Virgo es La Virgen). Muchos judíos, dejaron a Jesús en la Cruz y volvieron a Jerusalém a celebrar la Pascua y todavía siguen haciéndolo, y no sólo ellos.
En ningún momento queremos decir que Dios está sujeto o condicionado por este movimiento. Él lo ha creado todo y ha dispuesto que la tierra gire de este modo, y nosotros, con su ayuda, no podemos más que apenas vislumbrar alguno de los signos de los tiempos.
Lo que acabamos de exponer sobre las eras de Tauro y Aries, nos muestra claramente como los símbolos ancestrales y universales, son realizados, cumplidos en la historia de la Salvación. Y nos recuerda que en los hombres hay una fuerte tendencia a la cristalización, a quedarnos con lo conocido, con el hombre viejo; tendencia esta, de la que no podríamos ni soñar con liberarnos, sin la ayuda de la infinita misericordia de Dios.
Aunque es difícil encuadrar todo esto con una precisión exacta ajustándolo con las fechas, algunos autores colocan el paso de Aries a Piscis en la fecha en que Hiparco escribió sobre ese movimiento, el 139 a.C.; otros como J.G. Bardet, se decantan por el año 30 antes de Cristo; pero para otros, como Emilio Saura y para nosotros mismos, el nacimiento de Cristo es de tal magnitud y trascendencia -sólo superable por “la hora” del misterio del Gólgota-, que no pudo por menos que coincidir con ese momento en el que el punto vernal entraba en 0º Aries, en el tiempo en el que se sobreponen coincidentes el zodiaco tropical y el estelar, un momento en el que todo el cosmos se “ajusta”. Por lo que para nosotros, la entrada del punto vernal en Piscis, coincide con el punto de partida de nuestro cómputo temporal actual, con el nacimiento del Mesías en Belén.[4] Es tal la trascendencia de la Encarnación que parte el tiempo en antes y después de ella.

La era de Acuario

Visto que es difícil precisar con exactitud el comienzo de la era de Piscis, lo mismo ocurre con las demás, pero ateniéndonos a lo dicho, podemos decir que la era de Acuario empezará aproximadamente dentro de un siglo y medio, pero ya hay algunos que “ansiosos por oír novedades” están ya hablando de ella y amenazando con engañar a los elegidos por el Señor:
“Estos signos de los tiempos, que emergen de la segunda secularización, llamada por los sociólogos teóricos “segunda muerte de Dios”, afectan también a la misma Iglesia, a los sacerdotes, religiosos y laicos, amenazando así con generar el peor de los males: la secularización de la conciencia de la Iglesia, la perversión de su fe y la inversión de los principios y de las normas de su moral.
Tal es el gran desafío que tiene ante sí la Iglesia. Porque, se trata de un reto de tales dimensiones y tan nuevo, que los espíritus más lúcidos hablan de la emergencia de una “época post-metafísica”, de una “sociedad post-cristiana”, de un periodo histórico determinado por la muerte del hombre y por el anti-humanismo, de una “era del vacío”. Se explica así que la “New Age” afirme, si bien con ilusoria soberbia, que la era de Acuario sucederá implacablemente a la era de Piscis, sentenciada sin remedio a la muerte”.[5]
Pues aunque Jesús mismo lanzó la pregunta: “¿Encontrará fe en la tierra cuando venga el Hijo del Hombre” (Lc. 18, 8). También nos aseguró que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia (Mt. 16, 18). El tiempo es lineal, no es un absoluto, ni es una magnitud cíclica. El cristianismo, y en especial la Iglesia Católica permanecerán en la tierra hasta que Jesús vuelva en Gloria.


“STAT CRUX DUM VOLVITUS ORBIS”[6]

Y para dar una referencia que invalida de raíz todas las especulaciones en el sentido de que la era de Acuario cuando llegue traerá algo nuevo, algo post-cristiano, algo “mejor”, más “actual”; podemos decir que la constelación de Acuario, ha sido vista siempre, hasta donde podemos saber como la han visto los seres humanos, tanto en oriente como en occidente, como un hombre con un gran cántaro de agua, la cual, vierte inagotablemente sobre la constelación del “Piscis Austrinus”, que es un pez solitario, -no es ninguno de los dos peces que forman la constelación zodiacal de Piscis, son otro grupo de estrellas-. Es una pequeña constelación que pasaría desapercibida a no ser por su estrella alfa (la más brillante del grupo) que se llama Fomalhaut, palabra que es una adaptación francesa del árabe famal-hut que significa: “la boca de la ballena”; esto nos lleva directamente a la “señal de Jonás”, a la muerte, a la ballena que te engulle si estás fuera de la barca (la iglesia). Y es en la boca de esa ballena en la que Acuario vierte su agua vivificadora, por lo que podemos asociar claramente esa agua, con la gracia santificadora que nos saca de la muerte en la que caemos como Jonás, cuando nos negamos a hacer la voluntad de Dios. El agua que ofreció Jesús a la samaritana.


Constelación de Acuario. Dibujo publicado en la página 21 del libro “Mapas celestes antiguos” de Carole Stott, publicado por editorial Ágata. Madrid 1.995.

Aparte de la imagen de Cristo vertiendo de su costado el río de agua viva, podemos tomar la referencia que nos dan San Marcos y San Lucas: “Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: Id a prepararnos lo necesario para celebrar la Pascua. Dijeron ellos: ¿Dónde quieres que lo dispongamos?.
Les respondió: Cuando entréis en la ciudad, encontrareis un hombre que lleva un cántaro de agua: seguidle hasta la casa en la que entre. Y diréis al padre de familia: -El Maestro te envía a decir: ¿Dónde está la sala en que yo he de comer el cordero pascual con mis discípulos?-. Y él os enseñará en lo alto de la casa, una sala grande arreglada, preparad allí lo necesario.
Cuando fueron, lo hallaron todo como les había dicho, y dispusieron la Pascua” (Lc. 22, 8).
Era lo usual que las mujeres hebreas o las esclavas fuesen a por el agua, por eso a los discípulos no les fue difícil encontrar en Jerusalém un hombre que llevase un cántaro. El término griego usado para indicar que llevaba un cántaro, indica claramente que era grande o bien muy pesado.
El Evangelio nos traba la imagen de la constelación zodiacal de Acuario, con la celebración de la Pascua, la “Última cena” de Jesús con sus discípulos. ¿Qué celebramos en cada Eucaristía los católicos?: celebramos la Pascua, los discípulos con el Señor, en cada eucaristía, y de forma especial y solemne en la Vigilia Pascual.
Que buena imagen: el hombre vertiendo el agua de la vida sobre la boca de la ballena, sobre los que estarían muertos, para representar la Eucaristía. Dios mismo, es el alimento que nos mantiene vivos: Dios nos ama y su Hijo Único ha vencido a la muerte y nos ha salvado.
Pues como dice San Pablo: “En distintas ocasiones y de muchas maneras hablo Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo” (Heb. 1, 1 y 2).
Así pues, cuando el punto vernal entre en Acuario, si el Señor, todavía no ha venido en Gloria, la Iglesia, seguirá celebrando la Eucaristía (Pascua) y Evangelizando (vertiendo el agua de la vida sobre la boca de la ballena) para sacar a los hombres de la muerte y nada podrá estar más en armonía en ese tiempo con el cosmos creado, que eso mismo.
El asunto de la “Nueva Era” no es ninguna broma, hasta el punto que el Pontificio Consejo para la Cultura y el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, han publicado hace poco un documento titulado: “Jesucristo, portador del Agua de la Vida”; en el que de manera provisional trata específicamente el tema. En su prefacio, se puede leer entre otras muchas aclaraciones: “Aun cuando se pueda admitir que la religiosidad de la “nueva era” en cierto modo responde al legítimo anhelo espiritual de la naturaleza humana, es preciso reconocer que tales intentos se oponen a la revelación cristiana. En la cultura occidental en particular, es muy fuerte el atractivo de los enfoques “alternativos” a la espiritualidad. Por otra parte, entre los católicos mismos, incluso en casas de retiro, seminarios y centros de formación para religiosos, se han popularizado nuevas formas de afirmación psicológica del individuo. Al mismo tiempo, hay una nostalgia y una curiosidad crecientes por la sabiduría y por los rituales de antaño, lo cual explica en parte el notable aumento de la popularidad del esoterismo y del gnosticismo. Muchos se sienten especialmente atraídos por lo que se conoce –correctamente o no- como “espiritualidad” celta, o por las religiones de los pueblos antiguos. Los libros y los cursos sobre espiritualidad o sobre religiones antiguas u orientales son un negocio floreciente y con frecuencia reciben el apelativo de “nueva era” por razones de carácter comercial. Pero los vínculos con dichas religiones no siempre están claros. De hecho, con frecuencia se niegan.
Un discernimiento cristiano adecuado del pensamiento y de la práctica de la “nueva era” no puede dejar de reconocer que, como el gnosticismo de los siglos II y III, ésta representa una especie de compendio de posturas que la Iglesia ha identificado como heterodoxas. Juan Pablo II ha alertado respecto al “renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age. No debemos engañarnos pensando que ese movimiento pueda llevar a una renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis, es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra sustituyéndola por palabras que son solamente humanas.
La gnosis no ha desaparecido nunca del ámbito del cristianismo, sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o para-religiosas, con una decidida aunque a veces no declarada divergencia con lo que es esencialmente cristiano”.


[1] Cf. Con el documento: “Jesucristo, portador del agua de la vida” del Pontificio Consejo para la Cultura. Vaticano – 2003 – p. 5, 52 y 92.
[2]La Eclíptica es una banda del cielo, una franja por la que siempre discurren el Sol y los planetas y que rodea a la Tierra como un anillo lejano, y que coincide con la proyección sideral del plano del ecuador del sistema solar. Está dividida en 12 partes de 30º, cada una de las cuales está representada por la constelación que hay en ella; éstas son las doce constelaciones del “zodiaco”.


El movimiento normal del Sol y los planetas vistos desde la Tierra, es desde Aries a Tauro; de Tauro a Géminis etc.., pasando el sol un mes delante de cada signo zodiacal.
[3] Por muchas que sean las consideraciones que puedan hacerse sobre los tres Reyes Magos y sobre si lo que vieron y siguieron fue una estrella especial, una estrella nueva para aquella ocasión, ninguna de ellas podrá demostrar que lo que pasó no fue lo que relatan las Escrituras. Hemos visto trabajos de estudiosos serios que han planteado que esa estrella era una inusual conjunción planetaria de Júpiter y Saturno, o de otro grupo de planetas. Y también a otros decir que ese verse y dejarse de ver, debió de deberse a la presencia de nubosidad.
Parece que tenemos serios problemas para aceptar lo sobrenatural, estamos empeñados en quitarle a todo su parte misteriosa. Detrás de todas esas búsquedas suele estar una incapacidad de aceptar la Escritura como un niño; y después como un ser humano adulto, creyente y racional, aceptar y entender que el Creador, Dueño y Señor de todo, para un momento tan trascendente, puso una estrella en el cielo para que guiase a los Reyes Magos.
[4] Los errores en las fechas que se pudieron introducir al establecer el calendario juliano, podrían llevarnos algunos años hacia atrás, en el supuesto de que pudiesen ser suficientemente demostrados. Pero en cualquier caso, el ajuste de la fecha de nuestro calendario con el número exacto de vueltas que ha dado la Tierra alrededor del Sol desde que nació Jesús, no afectaría decisivamente a nuestra situación.
[5] Cita tomada de la página 18 del Plan Pastoral 2.002 a 2.005 de la diócesis de Cartagena. Su primera parte es una lúcida instrucción pastoral del Sr. Obispo D. Manuel Ureña Pastor sobre los nuevos signos de los tiempos.
[6] “La Cruz, permanecerá erguida mientras el mundo gire”.
Angel Luís Hurtado Contreras
Semogil 2008

lunes, 3 de noviembre de 2008

LA ARRIXACA, TRONO DE LA SABIDURÍA



La Virgen de la Arrixaca es venerada en la ciudad de Murcia (España). Es una talla de madera policromada de finales del románico, que data del siglo XII. Su festividad se conmemora el último domingo del mes de mayo, ya que el 1 de mayo de 1243 el infante don Alfonso (posteriormente Alfonso X el Sabio), hijo de Fernando III el Santo entraba pacíficamente en la ciudad de Murcia, tras lo acordado en el Tratado de Alcaraz con los sucesores de Ibn Hud, el último auténtico emir árabe de Mursiya.



Su nombre, Santa María de la Arrixaca, proviene del lugar de donde se le rindió culto, el arrabal de la Arrixaca, que viene de Al-Rasc, que significa "elegante". Hay una leyenda popular bastante peregrina que explica el origen del nombre a que la imagen la encontró un labrador que araba el campo con una yegua o jaca mientras pronunciaba "arre" para que ésta avanzara. En aquel tiempo vendría a ser como Arri (de arre) y Xaca (de jaca) que se fusionarían como Arrixaca.

Hay controversia entre los distintos investigadores si la imagen ya estaba en Murcia a la llegada del futuro rey Alfonso o si fue él mismo el que la trajo a la ciudad. En el primer caso, se apunta a que la imagen se localizaba en una capilla del arrabal de la Arrixaca, donde se les permitía el culto cristiano a los mercaderes italianos, principalmente de Pisa y Génova. Los cuales venía por el comercio de la seda, ya que en la esa época la ciudad de Murcia era una de las principales productoras del Mediterráneo. La segunda hipótesis es que la imagen fue traída por el infante don Alfonso y situada en una ermita mozárabe del barrio de la Arrixaca.
En cualquier caso, don Alfonso la nombra patrona del Reino de Murcia y le dedica sus famosas Cantigas, especialmente la 169.

Actualmente está en la Iglesia de San Andrés y cedió su nombre de patrona a la Virgen de la Fuensanta (conocida por aquel entonces como Virgen de las Fiebres) cuya imagen se cuenta que apareció en un cuadro en una cueva y cobró importancia y devoción al ser sacada en procesión durante las epidemias medievales que azotaron la ciudad.

Este hecho histórico está cargado de controversia. En 1746 por motivos de devoción deja de ser patrona de la ciudad de Murcia, no obstante Alfonso X la nombró patrona del Reino de Murcia, predecesor de la Región de Murcia. Oficialmente dicho nombramiento no ha sido revocado. Por lo tanto y según la Historia, Santa María de la Arrixaca es la patrona de Murcia por el aún vigente nombramiento de Alfonso X. No obstante, la devoción popular hace que la verdadera patrona sea Santa María de la Fuensanta para casi todos los murcianos.

TRONO DE LA SABIDURIA

Las primeras representaciones de la virgen que aparecen en las catacumbas nos la representan con el niño en el regazo. Parece ser este el origen de la virgen románica medieval, como la Virgen de la Arrixaca. El seno de Maria es el Trono en el que sienta el Rey del universo, Jesucristo. Las vírgenes románicas van adoptar esta forma donde la virgen se representa sentada y sobre sus rodillas sostienen a Jesús. La virgen es el Trono de Cristo. La tradición de la Iglesia ve en Cristo la sabiduría divina personificada de la que nos habla el libro del Sirácida y los Proverbios. Esta virgen-trono es por tanto Trono de la Sabiduría. Por esto podemos ver en la Virgen de la Arrixaca este trono de la Sabiduría que es Cristo.

Era frecuente desde el siglo X leer en las misas de Santa María algunas lecturas del libro del Sirácida (Sir 24) y Proverbios (Pro 8,22-31) en los que la Sabiduría divina aparece personificada. Desde el siglo XII, en las Laudes y Letanías marianas se atribuyen a María los títulos de Madre de la Sabiduría, Fuente de la Sabiduría, Casa de la Sabiduría, y Trono de la Sabiduría. Con este título se venera a María en muchas Iglesias particulares, universidades, e Institutos religiosos, entre los que destaca la Compañía de María, fundada por san Luis María Grignon de Monfort (+ 1716).

Este “nombre” nos está indicando:

· La función maternal de María, porque en su seno purísimo se ha formado y ha vivido Cristo, la Sabiduría del Padre.

· Su dignidad real, porque su Hijo Jesús es el heredero del trono de David, el Mesías prometido por Dios al pueblo judío.

· Su sabiduría y prudencia, porque María aparece en el evangelio como la “virgen sabia”, que ha guardado las palabras de Cristo en su corazón y las ofrece a la Iglesia y al mundo.
Antonio Sánchez Rodríguez
Murcia 2008